14 mayo, 2008

Las casas de los espiritus

Todo hogar tailandés, por austero y humilde que sea, cuenta son su casita de los espíritus a la entrada. Esas casitas sagradas, casi de muñecas, aupadas sobre un barrote dorado de un metro de alto, que ahuyentan los espiritus malévolos y protegen al hogar de los malos augurios. Suelen decorarlas con flores, estatuillas de animales, frutas, vasos e incluso con botellas de fanta.
Sorprende el mimo que ponen en la decoración de estas casas sagradas, y por el contrario la total desatencion que muestran los balcones de las casas. Ni macetas, ni ropa tendida, ni sillas, ni mesas. Nada, decoración cero. A lo sumo una banderiata del país. Paredes vacías, casi desconchadas por la humedad o los desagües. Parece como si las casas estuvieran deshabitadas.
La vida se recoge en el interior de las casas. Uno se descalza siempre al entrar (cuando aprenderemos en España), se saluda al omnipresente Rey, y cada uno realiza sus quehaceres con sigilo y decoro. No hay que perderse en fachadas ni futiles ornatos, ni preocuparse ni angustiarse ante las incertidumbres del porveir, el hogar está protegido por la casa de los espiritus.
Oscar

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